domingo, agosto 15, 2010

¿Quién quiere ver cine mexicano? por L. García Tsao

¿Quién quiere ver cine mexicano?
Leonardo García Tsao
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Felipe Cazals recibió de manos del presidente de la academia mexicana de cine, Pedro Armendáriz, el Ariel de Oro por 50 años de trayectoria, pero Chicogrande, una de su mejores cintas, tuvo una fugaz presencia en carteleraFoto Jesús Villaseca
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al vez el espectador perspicaz se haya dado cuenta de un fenómeno particular de la actual cartelera cinematográfica veraniega. Al menos en las tres cadenas principales de salas múltiplex en esta ciudad –Cinépolis, Cinemex y Cinemark– no se exhibe ni una sola producción nacional (y no, Fuego de Guillermo Arriaga, no cuenta). Ahora sí, el tiempo en pantalla asignado al cine mexicano es exactamente de 0.0 por ciento.

Ya se sabe, es la temporada del dominio total del blockbuster hollywoodense. Es cuando se debe aprovechar la gran cantidad de gente en vacaciones, niños y adolescentes sobre todo, para darle lo que quiere: películas costosas y espectaculares, en 3D de preferencia. Entonces los escasos distribuidores de material mexicano optan por no enfrentarlo a la competencia desleal y guardarlo para otras fechas. Ya en septiembre empezará la encarnizada pelea por ocupar las plazas que deje libre el cine hollywoodense.

No que abunde el público interesado, de por sí. Estrenar dos títulos nacionales el mismo día implica siempre el sacrificio comercial de uno de ellos. Hace poco se dio el estreno simultáneo de Abel, de Diego Luna, y Chicogrande, de Felipe Cazals. Apoyada por una intensiva campaña televisiva y la ubicuidad de Luna en los medios, la primera resultó un éxito –el único del cine nacional en lo que va del año– mientras que la segunda, sin duda una de las mejores obras de su autor, tuvo una estancia breve por la cartera capitalina.

En abril quien esto escribe participó en un simposio sobre cine latinoamericano en la Universidad de Harvard y mi ponencia fue precisamente sobre cómo la mayoría de las producciones nacionales son ignoradas por el público a quien están dirigidas. Los otros participantes se sorprendieron con el dato pues, a juzgar por la fuerte presencia de cine mexicano en festivales internacionales, suponían que este se encontraba en un boom.

Los números no mienten. De acuerdo con los reportes estadísticos de Nielsen, en 2009 se estrenaron 42 producciones nacionales –es decir, menos de una por semana. Entre ellas, sólo un título rebasó el millón de espectadores, Otra película de huevos y un pollo, con un total de 3 millones 95 mil espectadores. ¿Cuánta es la diferencia con el mayor éxito de taquilla extranjero?

Ya considerada la película de ganancias récord en la historia del cine, Avatar fue vista por 10 millones 78 mil mexicanos; es decir, más del triple que lo conseguido por la única contendiente nacional en el Top Ten. Pero incluso un éxito más moderado como Alvin y las ardillas 2, también de animación y dirigido a un público infantil, pero hecho en Hollywood, rebasó el total del producto mexicano con 3 millones 320 mil espectadores.

Por otro lado, películas mexicanas bastante más ambiciosas –antes exhibidas y algunas veces premiadas en foros extranjeros– languidecieron en cartelera sin atraer a más de 40 mil espectadores cada una. Ese fue el caso compartido de Los bastardos, Cinco días sin Nora, Cochochi, Desierto adentro, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Rabioso sol, rabioso cielo, Voy a explotar y Wadley.

Imcine reporta con satisfacción que la producción cinematográfica anual rebasa un número garantizado de 50 largometrajes al año. Pero, a excepción de dos o tres que logran atraer al espectador de clase media que asiste a los múltiplex, todas las demás terminan en el limbo de la distribución y la exhibición inadecuadas. (No es casualidad que la opinión pública proteste cada año porque "nadie conoce" los títulos candidatos al Ariel. No es culpa de la Academia).

El encabezado de este artículo no es una pregunta retórica. Ante la evidencia, cabría preguntarse si existe un público para el cine mexicano fuera de los festivales y las salas alternativas. Es mi firme creencia que sí. A juzgar por su notoria presencia en el mercado pirata, uno confía que, en una población superior a los 100 millones de habitantes, hay suficientes interesados en el producto nacional como para mantenerlo vivo. Son los mecanismos para difundirlo los que obviamente no funcionan.

Fuente: "La Jornada" (06/08/2010).

Víctor Ugalde sobre el consumo de cine mexicano

(Diálogo público con Leonardo García Tsao)
¡Casi todos los mexicanos!
Víctor Ugalde*
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El alto costo del boleto ha expulsado de las salas de cine a más de 92 por ciento de los mexicanos sin poder adquisitivoFoto Cristina Rodríguez
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la pregunta lanzada en estas páginas por Leonardo Garcia Tsao el pasado 6 de agosto sobre ¿quién quiere ver cine mexicano?, la respuesta rápida y sencilla es: casi todos los mexicanos. La mayoría quiere verlo pero no puede hacerlo en las salas cinematográficas, por lo que debe conformarse, si acaso, con verlo en dvd pirata, o esperar años hasta que el duopolio de la televisión quiera transmitirlo por señal abierta.

¿Por qué no podemos verlo en las salas del país?

1.- El alto costo del boleto ha expulsado de las salas de cine a más de 92 por ciento de los mexicanos sin poder adquisitivo. Es decir, por falta de dinero y no de ganas. A decir de algunos economistas, actualmente sólo acude a las salas 8 por ciento de la población nacional. La compra de boletos en 2009 fue de 178.6 millones, lo que prorrateado equivalió a que cada uno de nosotros asistió 1.7 veces al año. Cifra ínfima comparada con las siete veces que asistíamos en promedio hace 25 años, cuando los precios de entrada eran populares, es decir, cuando un trabajador de salario mínimo podía comprar con un día de trabajo más de ocho boletos y así poder ir al cine con toda su familia. En ese entonces sumábamos 70 millones de mexicanos y se vendían más de 480 millones de boletos.

¿Es justo que los exhibidores obtengan ingresos por 4 mil 111.09 millones de pesos sólo por ingresos en taquilla, más otro tanto por ventas, lo que supera 8 mil millones de pesos, debido a que sus actos son concertados en contra del libre juego de la oferta y la demanda. Precio alto de taquilla; excesivo en palomitas, muy grande en los refrescos, y el espectador no tiene opción, porque las compañías exhibidoras restringen y condicionan la oferta. Uno se pregunta, ¿dónde está la Comisión Federal de Competencia?

Actualmente no hay elasticidad en el precio. El costo más bajo en día de alta asistencia es de 56 pesos y algunas copias sólo las exhiben en salas VIP o 3D, por lo que asistir a una salita de cine nos cuesta entre 85 o 105 pesos por persona. Los precios han aumentado cada año por encima de la inflación, debido a prácticas concertadas entre exhibidores y distribuidores.

Desde hace 25 años el gobierno asumió el modelo neoliberal impuesto por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Ahora, a los trabajadores mexicanos de salario mínimo les cuesta más de ocho horas adquirir un boleto para entrar al cine, mientras en Estados Unidos a un trabajador en condiciones similares le cuesta una hora y media de su jornada comprarlo.

En México, los que asisten al cine son personas con ingresos medios y altos y a ellos no les gusta el cine mexicano, por su educación filoestadunidense y sus prejuicios de clase. Por esto son espectadores cautivos y pasivos del cine de Estados Unidos.

2.- Los mexicanos que podemos y queremos ver cine nacional no podemos hacerlo, ya que no hay una oferta amplia para escoger, como acertadamente indica García Tsao. En este momento no hay tiempo de pantalla para nuestro cine. Es verano y ellos se llevan las ganancias. En ocasiones como ahora, no encontramos películas mexicanas en buenas salas, ni en horarios cómodos, ni en lugares cercanos a nuestro hogar y así un largo etcétera.

3.- En las malas fechas, cuando hay otras distracciones o estamos muy gastados; cuando las trasnacionales se niegan a soltar películas a los exhibidores, entonces sí hay cine mexicano en cartelera. Entonces se estrenan varias cintas del país que se canibalizan entre sí. En 2009, en 14 ocasiones se lanzaron dos o más películas nacionales el mismo día. Siendo el colmo el 17 de abril, cuando se estrenaron cuatro y el 19 de junio, tres.

4.- Los datos que anota García Tsao son dramáticos, pero se quedaron cortos. En los pasados tres años se han estrenado 146 películas mexicanas y se han producido 206. Sólo en 1999, según datos del Instituto Mexicano de Cinematografía, se estrenaron 54 largometrajes y se produjeron 66. Las 42 que consigna García Tsao en realidad son las que recibieron financiamiento del gobierno para su producción, pero se habían estrenado 12 más subvencionadas sólo por la iniciativa privada. Sesenta largometrajes sin estrenar se dice fácil, pero es la producción de un año, y no encontrar fecha de estreno se convierte en una pesada carga para quien pone dinero en el cine, por el costo financiero que hace irrecuperable lo invertido en el filme.

5.-Público para nuestro cine hay, pero no tiene poder adquisitivo. Los pocos que pueden asistir a las salas se dividen en dos tipos:

Los que asisten a evadirse y divertirse, que son los más. Son los que no quieren ver el México pobre y sufrido en la pantalla. Gente que refleja en su formación nuestro sistema educativo nacional. Estos son los que asistieron en 2009 a ver cintas como Otra película de huevos y un pollo, El estudiante, Recién cazado, Amar a morir, Paradas continuas, El agente 00P2, Todo incluido, Nickte, El libro de piedra y El traspatio,10 filmes que tuvieron 8.34 millones de espectadores en total y que representaron 79.9 por ciento de la asistencia nacional ese año. El promedio de 834 mil espectadores por título es similar al que tienen los filmes estadunidenses. Lo que preocupa es que otras 44 películas mexicanas sólo tuvieron 20 por ciento de espectadores, con un promedio de 47 mil 725 personas por título.

El otro grupo de espectadores tiene mayor nivel de educación y exigencias estéticas más altas, es el que García Tsao llama "de festivales", el que ve en el cine un objeto estético, un espejo de la realidad y, básicamente, al cine como arte. Las cintas mencionadas por García Tsao tuvieron 133 mil 957 espectadores. Lo que equivale a 16 mil 744 personas por título. Parece poco, pero este tipo de cintas son las que viajan por el mundo, las que tienen reconocimiento en los festivales internacionales, las que mantienen viva la aportación mexicana al imaginario del audiovisual mundial. Son necesarias y desgraciadamente son las más castigadas por la exhibición. Cuando mucho se proyectan en 10 estados. De ahí que casi nadie las conoce.

Lo más dramático es que sólo 10.4 millones de personas vieron nuestro cine en 2009. Si sumamos los espectadores de los pasados tres años, descubriríamos que sólo 37 millones tuvieron acceso a la propuesta estética de directores y escritores mexicanos.

Es tiempo de abandonar las políticas excluyentes, la marginación de los más. Es tiempo de recuperar la economía nacional en nuestro beneficio, no de los grandes consorcios multinacionales. Es tiempo de reactivar el mercado interno y de dar cumplimiento al artículo cuarto de la Constitución, que se refiere al acceso a la cultura.

Es tiempo de crear circuitos de exhibición a precios populares, de exhibir películas impulsadas con dinero público, con nuevos formatos para alcanzar grandes públicos.

Es tiempo de cambiar el modelo económico y cultural, para poder contestarle a Leonardo García Tsao que todos queremos ver cine mexicano y, además, ahora sí podemos.

* Escritor, director e investigador cinematográfico

Fuente: "La Jornada" (14/08/2010)

Belleza imposible, por Leonardo García Tsao

Belleza imposible
Leonardo García Tsao

Angelina Jolie en un fotograma de Agente Salt

ay presencias cinematográficas cuya publicitada vida personal tiñe particularmente su proyección en la pantalla. Angelina Jolie es una de ellas. Aunque su trabajo y su impactante atractivo físico se hicieron notar a fines de los 90 –en 2000 obtuvo el Óscar como mejor actriz de reparto– fue su inicial excentricidad la que le dio un llamativo cariz de femme fatale.

Dotada de un par de acojinados labios –mismos que han llevado a incontables mujeres a tratar de emularla, recurriendo al colágeno– la actriz ha sido muy vocal en cuanto a sus variadas preferencias sexuales –por ejemplo, su gusto por llevar cuchillos y dagas a la cama–, la afición por cubrirse el cuerpo de tatuajes –sobre el vientre luce uno que dice, en latín, "lo que me nutre también me destruye"– y, en general, una disposición para causar escándalo. Jolie parecía la encarnación más atrayente del sexo de alto riesgo.

Por otro lado, una vez que se hizo pareja de Brad Pitt comenzó a mostrar un lado humanista, a través de un esforzado trabajo en favor de refugiados en diferentes países, al grado de ser honrada con un título de embajadora por la ONU. En ese mismo tenor, ha adoptado a ya no recuerdo cuántos niños del tercer mundo, iniciando una moda que celebridades como Madonna no tardaron en imitar también.

En la parte reciente de su carrera, la actriz ha elegido alternar entre dos tipos de personaje, como si buscara conciliar esa doble personalidad: la invencible amazona y, en el extremo opuesto, la mujer que sufre como víctima de injusticias sociales (Todo corazón, El sustituto). Cabe decir que la belleza severa, intimidante de Jolie va acompañada de un intensa solemnidad, una carencia total de sentido del humor que, a su vez, refleja lo limitado de su espectro histriónico (la comedia no es su fuerte, digamos).

Así, Agente Salt es otra variante de las heroínas de acción antes ensayadas en las dos aventuras de Lara Croft, Tomb Raider, El Sr. y la Sra. Smith y Se busca. En este caso, Jolie interpreta a una sospechosa de ser agente rusa infiltrada en la CIA, cuya misión es cometer magnicidios para provocar la guerra total entre Rusia y Estados Unidos. No busquen mucha lógica en este thriller, atribulado de más vueltas de tuerca y reveses que una temporada completa de la serie 24.

Cuando se delata su posible papel de espía, Evelyn Salt se despoja de sus zapatos de tacón para huir. Ese resulta ser el último elemento verosímil de toda la película. La siguiente hora y media se dirime en eternas persecuciones, balaceras filmadas con perezosa cámara lenta y demostraciones de artes marciales para llegar a la conclusión de que la intriga no hace el menor sentido. El a veces inspirado Phillip Noyce dirige la acción con la indiferencia de alguien que checó tarjeta antes de iniciar la filmación. Agente Salt, es a fin de cuentas, un mero vehículo para lucir la fría eficacia de Angelina Jolie, fascinante animal cinematográfico si los hay (disfrazada de hombre en una secuencia, la actriz revela una posibilidad. Así como Cate Blanchett personificó a un creíble Bob Dylan, Jolie sería ideal para una biografía sobre Elvis Presley).

Curioso detalle: el proyecto estaba originalmente diseñado para Tom Cruise. Al retirarse éste del asunto, el guión se rescribió para acomodar a la nueva estrella. Ambos actores son instancias en que una carrera inicialmente ambiciosa ha derivado a convencionales misiones imposibles, confeccionadas a su medida. No sería mala idea enfrentarlos alguna vez, tipo Alien vs Depredador, en un mano a mano ficticio (aunque es de suponer que la mayoría de las apuestas favorecerán a Jolie).

Agente Salt

(Salt)

D: Phillip Noyce/ G: Kurt Wimmer/ F. en C: Robert Elswit/ M: James Newton Howard/ Ed: Stuart Baird, John Gilroy, Steven Kemper/ Con: Angelina Jolie, Live Schreiber, Chiwetel Ejiofor, Daniel Olbrychski, August Diehl/ P: Relativity Media, Di Bonaventura Pictures, Wintergreen Productions. EU, 2010).

Fuente: "La Jornada" (14/08/2010)
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