lunes, mayo 26, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes. La tómbola de los premios y una adecuada película final

Ampliar la imagen El jurado del festival estuvo integrado por Sean Penn, Alexandra Maria Lara, Natalie Portman, Sergio Castellitto y Alfonso Cuarón El jurado del festival estuvo integrado por Sean Penn, Alexandra Maria Lara, Natalie Portman, Sergio Castellitto y Alfonso Cuarón Foto: Ap

Ampliar la imagen El director Roman Polanski entregó el reconocimiento de segundo lugar al italiano Matteo Garrone por su cinta Gomorra El director Roman Polanski entregó el reconocimiento de segundo lugar al italiano Matteo Garrone por su cinta Gomorra Foto: Reuters

Cannes, 25 de mayo. Puede afirmarse que los pronósticos de ayer fueron acertados a medias. En efecto, el jurado presidido por Sean Penn hizo de las suyas, pero también se premió a la mayoría de títulos que mencioné, aunque en diferentes categorías.

Se decía que el cine francés ya ansiaba una Palma de Oro, pues no había obtenido una desde 1987 (cuando ganó Bajo el sol de Satanás, de Maurice Pialat). Sin embargo, la triunfadora no fue Un conte de Noël, de Arnaud Desplechin, como se pensaba, sino Entre les murs, de Laurent Cantet. Según anunció Penn fue una decisión unánime, lo cual sugiere que el jurado se quedó con el recuerdo más fuerte de la penúltima película en ser proyectada en concurso.

La de Desplechin tuvo que conformarse con un inventado “premio especial de la edición 61” a su actriz, Catherine Deneuve, compartido con Clint Eastwood, quien ni siquiera se molestó en mandar a alguien para recibirlo en su lugar. Deneuve tampoco se veía complacida con lo que podría calificarse de premio de consolación. Penn explicó que más bien se trataba de un reconocimiento a trayectorias importantes. Lo que se traduce como “no nos gustó su último trabajo pero los estimamos”.

Quizá los premios más justos fueron los otorgados a Gomorra, del italiano Mateo Garrone, merecedora del Grand Prix (o segundo lugar): Los tres monos, del turco Nuri Bilgué Zheylán, premio al mejor director, y la belga Le silence de Lorna, de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, premio al mejor guión. Ciertamente las tres cintas se contaron entre lo poco sobresaliente de la competencia.

Lo demás entra al terreno de lo explicable sólo en términos del amiguismo. Benicio del Toro obtuvo el premio al mejor actor por su papel en Che, de Steven Soderbergh, cuando ni hizo el esfuerzo de intentar un acento argentino para su personaje, mucho menos hacerle justicia a su complejidad, y la brasileña Sandra Corveloni el de mejor actriz por su estereotipada madre sufrida de Linha de passe, de Walter Salles. Éste fue el único reconocimiento al cine latinoamericano, pues las meritorias cintas argentinas La leonera, de Pablo Trapero, y La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, fueron ignoradas. Y esta vez el cortometraje mexicano –El deseo, de Marie Benito– no se llevó la Palma de Oro. Ese honor fue para Megatron, del rumano Marian Crisan.

El premio del jurado fue para Il divo, de Paolo Sorrentino, que junto al premio otorgado a Gomorra, significó la edición más provechosa para el cine italiano en mucho tiempo.

El título de la película de clausura fue muy adecuado, como predijo Penn, pues ante ese palmarés muchos se quedaron haciendo la pregunta What just happened? (¿Qué fue lo que pasó?). Pero la selección también fue pertinente por referirse al cine y al festival mismo. La más reciente realización de Barry Levinson es una sátira moderada a Hollywood, carente del vitriolo empleado antes por Billy Wilder o Robert Altman, pero con algunos gags atinados sobre la industria.

Lo curioso es que retrata la crisis personal y profesional de un productor (un gracioso Robert De Niro) dos semanas antes de estrenar su nueva película en Cannes, cuyo final –el asesinato de un perro– resulta inaceptable para los ejecutivos del estudio, y el actor protagónico es nada menos que Sean Penn, a quien se ve subiendo la alfombra roja del Palais, como hizo en la vida real unas horas antes. El juego de espejos no podría haber sido más completo.



Fuente: La Jornada (26-05-2008)

domingo, mayo 25, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival de Cannes. Últimas decepciones y pronósticos reservados

Cannes, 24 de mayo. La competencia ha concluido al fin tras una cosecha que prometía en un principio y acabó por decepcionar. La francesa Entre les murs (Entre los muros), de Laurent Cantet, es un documental actuado sobre un año escolar de un grupo de secundaria parisino. François Bégadeau, quien fue maestro de escuela y escribió el libro que inspiró la película, interpreta a un maestro de francés a cargo de un grupo mixto de adolescentes, la mayoría originaria de África o Asia.

No se trata, desde luego, de uno de esos melodramas sobre cómo un maestro ejemplar transforma la vida de sus alumnos o enfrenta y vence a un salón lleno de hampones peligrosos. Es más, podría tratarse de la secuela adolescente de Ser y tener (2002), de Nicolas Philibert. Las cámaras han sido dispuestas para registrar largas sesiones de clases reales, en que los alumnos se interpretaron a sí mismos e improvisaron sus diálogos basados en una línea general. Muchas discusiones están centradas en el tema del lenguaje y cómo el francés académico no se aplica en la vida cotidiana de unos muchachos tan listos como insolentes. El resultado es una película correcta, bienintencionada, pero muy poco apasionante. Uno diría que encontraría un espacio más apropiado en un congreso pedagógico que en un festival internacional de cine.

El cierre vino a cargo del rey de los cartuchos quemados. Según parece, no hay manera de que Wim Wenders vuelva a ser un cineasta relevante. Palermo Shooting, su regreso a la producción europea, es una ingenua meditación sobre el tiempo y la muerte, a través del viaje que emprende un famoso fotógrafo (el rockero alemán Campino) a la ciudad epónima, donde se encontrará cara a cara con la parca, o el parco, porque se llama Frank y lo interpreta Dennis Hopper en plan bonachón.

La obra de Wenders fue tan importante en los años 70 y 80, que no se entiende cómo el director de El amigo americano, París, Texas o Las alas del deseo, pudo haber perdido toda la inspiración, la chispa creativa, la musa o como quieran llamarle. Entre momentos de un turismo fotográfico digno de revista de modas, una estética kitsch apoyada en los efectos digitales, aforismos que se pretenden profundos (“quien le teme a la muerte, le teme a la vida”) y, en general, una pretensión mal encausada, la película provocó en varios momentos la risa burlona de la prensa, El fracaso de Palermo Shooting hasta enternece, porque son evidentes el esfuerzo y la sinceridad de su autor por expresar algo significativo cuando ya no se le da. Aunque la película está dedicada a “Ingmar y Michelangelo”, uno siente que debe guardar luto por la carrera de Wenders.

Ahora los críticos nos entretenemos haciendo predicciones temerarias. Hay quienes apuestan por el triunfo inopinado de Che, de Steven Soderbergh. El argumento es que Sean Penn, presidente de un jurado de clara postura liberal, se inclinará a apoyar una película de izquierda, sin mucho futuro comercial. Soderbergh ha hecho proyectos personales que casi ni se exhibieron; pero Schizopolis (1996) y Full Frontal (2002) no costaron ni una fracción de los 60 millones de dólares invertidos en Che.

Uno prefiere la hipótesis de que Clint Eastwood se llevará el gran premio porque, si bien Changeling no está entre sus mejores logros, ya se lo deben. Ha estado cinco veces en competencia y nunca se ha llevado la Palma de Oro (Es más, el mismo Penn fue uno de los actores de Río Místico, que fue injustamente obviada hace cuatro años). Y no descontemos que el país anfitrión no ha ganado en décadas. Un conte de Noël, de Arnaud Desplechin, cuenta con muchos adeptos en el festival.

Entre las actuaciones femeninas han sobresalido las protagonistas de la argentina La leonera, la belga Le silence de Lorna y la turca Üç maymun. A saber por quién se decidirá el jurado. Por otra parte, los actores no brillaron en esta edición. Un candidato sería el italiano Toni Serville, por su participación en las dos cintas italianas: como un empresario de la mafia en Gomorra, e irreconocible disfrazado de Andreotti en Il divo.

La israelita Waltz with Bashir, de Ari Folman, es susceptible de llevarse un premio especial del jurado, por su innovadora animación y lo polémico de su tema. Otras favoritas de la crítica, Delta, del húngaro de Kornél Mundruczó, y 24 City, del chino Jia ZhangKe, también podrían colarse al Palmarés. (De hecho, Delta ha obtenido hoy el premio de la Fipresci, lo cual podría condenarla. Los jurados no suelen coincidir con los críticos). Mañana haremos los corajes de rigor.



Fuente: La Jornada (25-05-2008) www.jornada.unam.mx

sábado, mayo 24, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival de Cannes. El mundo es un escenario, a veces poblado por bufones

Cannes, 23 de mayo. Lo peor de los prejuicios es que suelen cumplirse. Il divo, cuarto largometraje del italiano Paolo Sorrentino (y tercero en competir en Cannes), es otro ejercicio de ostentación técnica al servicio de un tema de gran potencial: la personalidad del funesto político Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia, acusado de haberse coludido tanto con la mafia como con la Iglesia católica para mantenerse en el poder.

A Sorrentino no le interesa la información en sus películas. Dudo, incluso, que sepa contar una historia, y sospecho una formación en el cine publicitario, donde se adiestró en pergeñar imágenes atractivas para vender autos o yogures, pero no aprendió a desarrollar una narrativa superior a 30 segundos. Il divo es, pues, una sucesión de hechos en clave para italianos –varios personajes pueblan la pantalla, son identificados con letreros y muchos de ellos son luego asesinados–, cuya comprensión es nula para los no iniciados. Dominada por la encarnación caricaturesca de Toni Servillo (maquillado para verse como uno de los peluches utilizados por algún noticiero), la película no es más que un elaborado cartón político para enterados.

Cuando todo parecía perdido, la competencia levantó cabeza con Synecdoche, New York, debut como realizador del guionista Charlie Kaufman, cuyo principal problema es pasarse de ocurrente. Las películas basadas en guiones suyos –Quiero ser John Malkovich (1999), Ladrón de orquídeas (2002), entre otras– han pecado de crear premisas tan ingeniosas que acaban por construir su propio callejón sin salida. Algo similar le sucede al cineasta debutante con la historia de un director teatral (Phillip Seymour Hoffman), cuya triste vida, narrada a grandes saltos con sus pequeños dramas, él pretende reproducir fielmente en una obra donde la ciudad de Schenectady –el título es un juego de palabras entre ese nombre y la figura literaria sinécdoque, o sea, definir el todo por una de sus partes– es recreada casi a tamaño natural, con personajes que funcionan como dobles de su contraparte real.

Hay suficientes ideas en esta opera prima como para nutrir a otras dos películas, y muchas se desaprovechan. Como dicen los gringos, Kaufman ha mordido más de lo que puede masticar. No obstante, aunque el concepto de que todos somos actores en el teatro de la vida no deja de ser un lugar común, el autor consigue hacer sensibles apuntes existenciales y hasta metafísicos sobre la condición humana.

Si la vida es teatro, pocos escenarios han sido tan propicios para el drama y la decadencia como el hotel Chelsea, de Nueva York. En su primer documental, Chelsea On the Rocks, el impredecible Abel Ferrara rinde homenaje al legendario refugio de poetas, artistas y fracasos célebres, con una desordenada colección de recuerdos de varios de sus inquilinos y un par de torpes recreaciones sobre lo sucedido ahí con Sid Vicious y Janis Joplin. Se dice que varios fantasmas pululan por sus habitaciones, y por ahí aparecen algunos personajes que ya no parecen pertenecer al mundo de los vivos.

La película, exhibida en Cannes fuera de concurso, tiene el aire de una conversación informal y el propio Ferrara, un verdadero anciano a sus 56 años, se mete a cuadro, o intercala imprecaciones mientras hablan sus entrevistados. El asunto acaba con la inevitable nota de añoranza; la familia propietaria ha pasado el hotel a manos de un consorcio cuyos planes de convertirlo en uno de lujo ha llevado a la expulsión de sus viejos ocupantes.



Fuente: La Jornada (24-05-2008)

viernes, mayo 23, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes. Una abundancia de cartuchos quemados

Cannes, 22 de mayo. Tras el acostumbrado motín para entrar a la función vespertina y cuatro horas y media de proyección (con quince minutos de intermedio para sándwiches gratuitos), Che no logró convencer a la mayoría de los críticos. No es ridícula como suelen ser las visiones hollywoodenses sobre lo latinoamericano (véase El amor en tiempos del cólera), ni indignante como fue la cinta homónima de Richard Fleischer (1969, nunca exhibida en México para no herir sensibilidades políticas), que concluía con el suicidio de un Guevara decepcionado con la causa. La película de Steven Soderbergh es respetuosa con su biografiado. Quizá demasiado respetuosa, porque se vuelve una monótona hagiografía del legendario personaje.

Interpretado por un estoico Benicio del Toro, el Che Guevara es descrito como un santo de la izquierda, un héroe íntegro, generoso y alejado del protagonismo político. Soderbergh y su guionista Peter Bruchman han creado un Che tan unidimensional como esa imagen que adorna pósters y camisetas. La primera parte alterna las escaramuzas en la Sierra Maestra con la comparecencia y los discursos de Guevara en la ONU, en 1964, y esa estructura inerte le quita todo impulso dramático. La segunda narra, con duración excesiva, la fracasada campaña en Bolivia en 1967 que llevó a la ejecución del Che.

Uno tiene la impresión de haber visto apenas una copia de trabajo, ni siquiera un primer corte (la versión exhibida carecía incluso de secuencias de créditos). Quizá Che necesite de bastante más esmero en la mesa de edición para producir una película apta para cualquier circuito comercial. Coproducido entre Estados Unidos y España, éste es un proyecto que podría acabar estrenándose en algún canal de Tv por cable.

Mientras tanto, la competencia se ha desinflado por completo. El francés Philippe Garrel presentó en La frontière de l’aube (El límite del amanecer) una anacrónica historia de amour fou entre un joven romántico (Louis Garrel, insufrible hijo del realizador) y una actriz (Laura Smet) con cara de garbanzo. La mujer es frágil, inestable, alcohólica y –tras una estancia en el siquiátrico– suicida. Para cuando la metafísica hizo su aparición con el fantasma de la chica, el público ya había sucumbido a la risa involuntaria. El tono naif de Garrel es intencional, pero eso no lo salvó de la silbatina más estruendosa que ha habido en la gran sala Lumière durante este festival.

Más aparatoso fue el descalabro del canadiense Atom Egoyan con Adoration (Adoración), una intentona por volver a las preocupaciones y estrategias narrativas de los inicios de su obra, cuando era visto como un cineasta original. Lo único que no ha cambiado desde entonces es el estatus de su esposa, Arsinée Khanjian, como una de las peores actrices del mundo civilizado.

Egoyan aborda un abanico de temas relevantes –los prejuicios sociales, la guerra entre religiones, las consecuencias del terrorismo, la comunicación mediante la nueva tecnología–, pero lo hace en boca de sus actores, como si se tratara de una mesa redonda.

Esta vez, los juegos con la estructura temporal, los nexos que van descubriéndose entre los personajes y el recurso del video como una suerte de memoria son empleados aquí de manera artificial. Es triste ver a un autor otrora respetado recalentar el estilo que le funcionó hace 20 años, ya sin convicción ni resonancia.

Ha comenzado la desbandada de Cannes. Muchos de los asistentes han retornado a sus sitios de origen, mientras el mercado de cine da sus últimas señales de vida. Oficialmente el festival concluirá el domingo, pero gran número de personas ya hizo su propia clausura. Si el tenor de la competencia va a seguir como hoy, es una decisión bastante sensata.



Fuente: La Jornada (23-5-2008)

jueves, mayo 22, 2008

Más de Leonardo García Tsao sobre el festival de cine Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes. El día del maltrato a la presencia latinoamericana

Ampliar la imagen El actor Benicio del Toro protagoniza Che, de Steven Soderbergh, la cual, se prevé, será la cinta más polémica del encuentro francés El actor Benicio del Toro protagoniza Che, de Steven Soderbergh, la cual, se prevé, será la cinta más polémica del encuentro francés Foto: Reuters

Ampliar la imagen La modelo Eva Herzigova llega a la presentación de la cinta biográfica La modelo Eva Herzigova llega a la presentación de la cinta biográfica Foto: Reuters

Cannes, 21 de mayo. La cuarta y última representante latinoamericana en concurso, La mujer sin cabeza, de la argentina Lucrecia Martel, ha dividido a la afición de manera muy tajante. A algunos nos pareció otra propuesta arriesgada de una realizadora singular, mientras los más fueron de la opinión de que se trataba de un desastre incomprensible. Esa diferencia extrema de subjetividades es uno de los aspectos más intrigantes de los festivales.

Si bien se ha definido como thriller sicológico, La mujer sin cabeza es en realidad una auténtica cinta de misterio. La película abre con un accidente en carretera. Una mujer se distrae mientras maneja y cree haber atropellado a un perro; pero su consecuente perturbación mental sugiere que fue algo más grave: un ser humano. Con el estilo narrativo que había ensayado en La ciénaga, su ópera prima, la directora se las arregla para descentrar las actividades que ocurren en torno a la protagonista. Mediante el uso de planos cerrados, las variaciones de foco y la indefinición de lo que es real o imaginario en la mente de la protagonista, la película establece varias dimensiones de lectura.

La más relevante refiere a la desmemoria sobre crímenes recientes, un tema en especial incómodo de la realidad argentina. Acentuando la interpretación social, Martel contrasta las distinciones de clase entre el privilegiado entorno clasemediero en que se mueve la mujer y la extracción indígena de su víctima, cuya ausencia nadie extraña en principio. La cineasta no se preocupa por esclarecer ninguno de sus hilos narrativos y concluye con la mayor ambigüedad posible. Quizá un poco de cohesión final hubiera sido recomendable, porque la resolución resulta demasiado vaga, según lo confirmó el abrumador abucheo que La mujer sin cabeza recibió al final de su pase de prensa. A la gente no le gusta la sensación de no haber entendido nada.

Si bien Los bastardos, del mexicano Amat Escalante, ha recibido críticas mixtas, la peor reacción la tuvo la guardia fronteriza de Niza que –según reporta hoy la publicación Le film français– detuvo por cinco horas a Rubén Sosa, el más joven de la pareja protagónica de la cinta, sin dar explicación. Al otro, Jesús Moisés Rodríguez, ni siquiera se le permitió entrar a Francia. Esto podría ser el tema de una secuela sobre otro tipo de bastardos.

La espera de los últimos títulos en concurso, algunos en proceso de compleción, ha alterado totalmente la rutina de las funciones de prensa. Hoy miércoles, por ejemplo, no hubo proyección matutina, como si se tratara de darnos un descanso para el maratón de la tarde. La biográfica Che, de Steven Soderbergh –dividida en dos partes, El argentino y La guerrilla–, se exhibirá de un tirón para un total de cuatro horas y media, al mismo tiempo que transcurre su premier en la sala Lumière.

Este podría ser el filme más polémico del festival. Según se sabe, el personaje epónimo es interpretado por el puertorriqueño Benicio del Toro, mientras a Fidel Castro lo encarna Demián Bichir, nada menos. Che ha sido filmado con una nueva cámara digital llamada RED, cuyo hallazgo el propio Soderbergh ha descrito en el boletín de prensa como algo comparable a “escuchar a los Beatles por primera vez”. A ver si esto no se convierte en La noche de un día difícil.

Salvo el caso del francés Laurent Cantet, quien lleva una filmografía estimable, no se esperan sorpresas contundentes en la recta final. Desde hace tiempo, el canadiense Atom Egoyan y el alemán Wim Wenders no han podido escapar de un profundo bache creativo; una recuperación tardía, sobre todo en el caso del segundo, se antoja improbable. El italiano Paolo Sorrentino ha ostentado hasta ahora un formalismo digno del cine publicitario; será cuestión de comprobar si Il divo, centrado en la figura de Giulio Andreotti, lo ha llevado en otra dirección. Otras interrogantes serían el guionista Charlie Kaufman, en su debut como realizador, Synecdoche; New York, y My Magic, de Eric Khoo, primera cinta de Singapur en competición. Ahora bien, no ha sido raro que la Palma de Oro se otorgue entre las últimas concursantes. Nunca se sabe.



Fuente: La jornada (22-05-2008) www.jornada.unam.mx

miércoles, mayo 21, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes. El día de las decepciones a la mitad del festival

Ampliar la imagen Angelina Jolie y Clint Eastwood en la presentación de The Exchange Angelina Jolie y Clint Eastwood en la presentación de The Exchange Foto: Reuters

Cannes, 20 de mayo. El camino a la Croisette estuvo hoy empedrado de decepciones. Tras la afortunada racha reciente de Clint Eastwood, iniciada con Río místico (un estreno de la edición 2003 de Cannes, por cierto), había mucha expectación para The Changeling o The Exchange (en el catálogo aparece con el primer título, pero en los boletines de prensa se maneja el segundo). En Los Ángeles, 1928, una telefonista (Angelina Jolie) sufre el secuestro de su hijo; cinco meses después la policía le devuelve a un niño que ella no reconoce como suyo. Ante la posibilidad de un escándalo, el corrupto departamento policiaco decide encerrar a la mujer en un instituto siquiátrico de manera ilegal.

Eastwood empieza la película como un thriller policiaco, con el tono más sombrío que ha empleado hasta ahora; a medio camino cambia de géneros al melodrama y el drama jurídico, llevando su relato a una resolución convencional, en la que la justicia triunfa y los culpables son castigados. No obstante que aborda temas tan actuales como la desaparición y el asesinato de niños, el estilo clásico del director se siente, por esta vez, anticuado.

Por su parte, aunque Jolie sí logra expresar la fiereza materna (no en balde ha adoptado tantos hijos), exuda demasiado glamur para un personaje que se supone común. En todo momento se ve más bien como una bella flapper a punto de irse de fiesta.

La húngara Delta, tercer largometraje de Kornél Mundruczó, venía avalado con el primer premio en el festival de Budapest. Pero resultó ser un mero ejercicio formalista de escasa sustancia. Un hijo pródigo se rencuentra con su madre en un sitio despoblado y conoce a una hermana; ambos construyen una cabaña a medio lago que será una especie de Edén incestuoso; la comunidad desaprueba de la relación y, al final, aplica su castigo. La película se distingue por sus valores fotográficos que, por tradición, han sido notables en esta cinematografía. Sin embargo, la sucesión de imágenes hermosas, por lo general bajo la luz del amanecer o el crepúsculo, no le confiere peso a su previsible y esquemática historia.

Lo que ayer se anunciaba como una insólita y tardía proyección, la de Two Lovers, acabó en desmadre total. A la hora indicada no se había desocupado la sala, por lo que la función se cambió a otra de menor capacidad, con media hora de retraso. Claro, sólo había cabida para quienes cubrimos el festival para medios impresos, con el consecuente coraje de los demás colegas. A ratos parecía que iba a repetirse la escena subversiva de hace 40 años, y alguien se iba a colgar de las cortinas de la pantalla para impedir la proyección.

La película en cuestión no era culpable y se hizo merecedora de una hostilidad gratuita. Eso sí, el cuarto largometraje de James Gray no aclaró el misterio de por qué el mediocre realizador es convocado con tanta insistencia a la competencia de Cannes. Two Lovers es un producto hollywoodense tan anodino que, al azar, uno es susceptible de encontrar cosas superiores en canales de cable como HBO o Cinemax.

Pasando al lado ceremonioso y amable del festival, ayer se llevó a cabo un sentido homenaje a Manoel de Oliveira con motivo de su centenario, en presencia del jurado, Clint Eastwood y el actor Michel Piccoli, quien hizo la entrega de la Palma de Oro honorífica. En México está planeado hacer una retrospectiva del cineasta el próximo octubre, con motivo del primer Congreso Iberoamericano. No sería descabellado que añadiera otro título a su filmografía: el hombre se ve tan entero que podría fingir ser apenas un septuagenario.



Fuente: La jornada (21-05-2008)

martes, mayo 20, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes. Cineastas que cumplen a tiempo, mientras otros llegan tarde

Cannes, 19 de mayo. En las tres ocasiones anteriores en que los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne han competido en Cannes lograron llevarse algún premio importante, incluyendo un par de Palmas de Oro. Sería curioso que los primeros realizadores en romper el récord y conseguir tres provengan de Bélgica, que no es una potencia cinematográfica ni mucho menos.

Le silence de Lorna (El silencio de Lorna) es una suerte de decantación de los personajes y situaciones de su obra previa. El personaje epónimo es una joven albanesa que, a instancias de un mafioso, se ha casado con un heroinómano (Jérémie Renier) para conseguir la ciudadanía belga. El plan es matar al joven con una sobredosis a fin de que ella pueda casarse después con un ruso, dispuesto a pagar miles de euros por el engaño. Sin embargo, los sentimientos que Lorna desarrolla por su falso esposo van a romper el esquema.

Los Dardenne filman el dilema de su personaje con el realismo compasivo que los caracteriza. En esta ocasión han sustituido el recurso de la cámara en mano, que daba a su cine una vertiginosa movilidad, por una perspectiva más reposada; y sus resoluciones habitualmente optimistas han cambiado a un final más ambiguo. Lorna es una de sus protagonistas más emotivas, gracias a la interpretación de Arta Dobroshi (oriunda de Kosovo), que evoca la misma honestidad voluntariosa de Emilie Dequenne en Rosetta (1999). Aun así, no deja de sentirse que los directores han escamoteado, en nombre de la desdramatización, un momento clave del relato; la elipsis es tan brusca que uno llega a sospechar que el cácaro se ha brincado un rollo.

Contra la costumbre, hasta el momento no se ha podido ver el segundo título en competencia. Por vez primera en la historia del festival, Two Lovers (Dos amantes), del estadunidense James Gray, no se exhibirá a la prensa hasta las 10 de la noche, a la misma hora en que se llevará a cabo su función de gala en la Sala Lumière. Eso obedece a la maña de programar películas que aún no están terminadas. Varios cineastas –entre ellos Walter Salles y Clint Eastwood– han llegado a Cannes barriéndose en safe, con apenas primeros cortes de sus obras. Y todavía faltan otros que han sido sometidos a prisas similares.

Gray goza de una inexplicable predilección de los programadores de Cannes, y en dos ocasiones anteriores ha estado en concurso con fallidos thrillers sobre la mafia rusa. Vamos a ver si en esta ocasión corresponde a la preferencia con algo de mayor calidad.

En su horario, se proyectó fuera de concurso Of Time and City (Del tiempo y la ciudad), documental en que el británico Terence Davies hace una agridulce elegía a Liverpool, su ciudad natal. Alternando las tomas de archivo con material filmado por él, Davies expresa su nostalgia por la inocencia de los tiempos de infancia (como lo hizo en The Long Day Closes), pero también su irreverencia hacia las instituciones inglesas –la Iglesia católica, a monarquía– y disgusto con el deterioro de la arquitectura misma de la ciudad. El problema es que la narración, de por sí maliciosa, es hecha por el propio realizador, quien carece de las tablas de un profesional y pronuncia sus ironías con el tono forzado de quien teme que pasen inadvertidas.

Mañana martes será el día más importante del cine mexicano en esta edición de Cannes. No sólo se llevará a cabo el estreno mundial de Los bastardos, segundo largometraje de Amat Escalante, en la sección Una Cierta Mirada, sino también se exhibirán el corto Peces plátano, de Natalia Beristain Egurrola, y el documental Mi vida dentro, de Lucía Gajá. Ambos fueron premiados en el pasado festival de Morelia y ahora se proyectan dentro de la Semana Internacional de la Crítica, debido al intercambio entre ambos festivales.



Fuente: La Jornada (20-05-2008)

lunes, mayo 19, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cannes. Viñetas de dominio y sumisión

Ampliar la imagen Steven Spielberg, George Lucas, Melody Hobson y Harrison Ford, en el estreno de Indiana Jones... Steven Spielberg, George Lucas, Melody Hobson y Harrison Ford, en el estreno de Indiana Jones... Foto: Reuters

Cannes, 18 de mayo. La competencia de hoy ha exhibido dos películas en que se muestra un universo particular, poblado por múltiples personajes. La primera es Gomorra (suena a Camorra), del italiano Mateo Garrone, fascinante descripción de cómo la mafia napolitana se ha infiltrado a todas las capas sociales, desde los niños a los altos negocios industriales. Aunque la revelación no es novedosa, el realizador –de quien desconozco su obra previa– se ha valido de una novela/ reportaje de Roberto Saviano para hacer apuntes pertinentes de los diferentes matices del crimen organizado actual.

Nada parece artificial en esta naturalista recreación de una arriesgada forma de vida. Garrone emplea su cámara como un testigo más, sin alardes formales, y observa con buen ojo a sus emblemáticos caracteres con la tensión implícita en el género gangsteril: cualquier personaje es susceptible de ser ejecutado en instantes. En ese sentido sobresalen un par de jóvenes mensos cuya fantasía de ser Tony Montana los lleva a adoptar un actitud temeraria que, tarde o temprano, los convertirá en cadáveres prematuros y no en capos.

La Sodoma complementaria se titula Serbis, del filipino Brillante Ma. Mendoza, cuya única distinción es ser una de las películas más chamagosas jamás filmadas. (Filipinas llevaba 24 años sin participar en la competencia, desde los tiempos en que los franceses inventaron a Lino Brocka. ¿Alguien lo recuerda?)

Toda la acción de Serbis transcurre en un cine de cuarta, llamado Family, que es todo menos familiar. Aunque exhibe cintas lúbricas su verdadera función es servir de punto de encuentro para actividades sexuales con acento en lo gay. Locas y vestidas deambulan por los pasillos solicitando u ofreciendo un service (de ahí el título), mientras los miembros de la numerosa familia que regentea el local se enfrenta a problemas como destapar los baños inundados, o la inusitada aparición de una cabra sobre el escenario. (Se agradece que la cinta no se proyecte en Odorama.)

Por ahí se adivina una intención metafórica –todos dependen de una matriarca, la abuela; los hombres son gays o vistos como débiles–, pero Mendoza es un provocador barato. ¿Realmente era necesario mostrar en acercamiento cómo un personaje revienta el forúnculo que lo aflige en una nalga, o saturar la banda sonora con el incesante ruido de un intenso tráfico callejero?

Fuera de concurso, se proyectó también Ashes of Time Redux (Cenizas del tiempo redux, 1994), restauración del tercer largometraje de Wong Kar Wai. En su única película en el género del wuxia a la fecha, el cineasta chino no se interesó tanto en las secuencias de acción sino en ensayar su tema de siempre, el desamor. De forma cíclica, los dos espadachines principales se encuentran sólo para recordar –o querer olvidar– sus amores perdidos. No es del todo lograda, si bien hay momentos de sublime belleza formal en los que la capacidad de Wong para combinar movimientos, colores y texturas ya anuncia, en estado embrionario, lo que vendrá en sus siguientes obras.

El gran evento del día fue el estreno de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Antes de la primera función, afuera del Palais, había docenas de personas suplicando un boleto. Lo cual comprueba, una vez más, el imbatible dominio establecido por el cine hollywoodense hace décadas, al crear en la mayoría de los espectadores esa urgencia por conocer sus productos cuanto antes, como si existiera el riesgo de que no habrá otra oportunidad. En cambio, uno está seguro de que va a ver esa nueva realización de Spielberg –aunque no quiera, incluso– y, por ello, no se molestó en asistir a su atiborrada premier mundial.


Fuente: La Jornada (19-05-2008)


domingo, mayo 18, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes El nivel desciende un poco

Ampliar la imagen El director estadunidense Woody Allen posa con Rebeca Hall, a la izquierda, y Penélope Cruz, quienes actúan en la cinta Vicky Cristina Barcelona, que se proyectó fuera de concurso en el festival francés El director estadunidense Woody Allen posa con Rebeca Hall, a la izquierda, y Penélope Cruz, quienes actúan en la cinta Vicky Cristina Barcelona, que se proyectó fuera de concurso en el festival francés Foto: Reuters

Cannes, 17 de mayo. La perspectiva era demasiado buena para ser cierta. El cuarto día del festival de Cannes ha vuelto a la normal cuota de decepciones. La primera corrió a cargo de los brasileños Walter Salles y Daniela Thomas. Linha de passe supone un melodrama urbano a lo Rocco y sus hermanos: en un barrio pobre de Sao Paulo, cuatro hermanos –tres hijos de un mismo padre y otro menor que no conoció a su progenitor– viven con su madre, quien trabaja de sirvienta. Los jóvenes se ganan la vida como pueden –uno es mensajero en moto y otro atiende una gasolinera, mientras el mayor aspira a ser futbolista– pero no consiguen salir adelante.

Salles y Thomas acumulan descripciones reiterativas de la vida cotidiana de los personajes sin preocuparse por establecer un impulso dramático. Si bien la pericia formal del primero está siempre en evidencia, también se presenta esa proclividad a la tibieza que ha debilitado hasta sus cintas más elogiadas. Para cuando los hermanos se enfrascan simultáneamente en acciones indebidas y sus consecuencias, el espectador ya se ha instalado en la indiferencia. El melodrama con pudor no es melodrama.

Igualmente descriptiva, en un tono totalmente diferente, es la china Er shi si cheng ji (Ciudad 24), de Jia ZhangKe. No queda de otra que definirla como un docudrama, pues utiliza entrevistas tanto a personajes reales como ficticios para narrar los 50 años de historia de una fábrica estatal en Chengdu (la misma ciudad devastada por el sismo de hace unos días), que recién ha sido demolida para dar cabida a un lujoso complejo habitacional.

El interés de Jia es, claro, utilizar la fábrica y la historia personal de sus obreros para ilustrar los profundos cambios ideológicos y sociales de China. Del esfuerzo comunitario por el camarada Mao a la lucha individual por ser neocapitalistas; de la tradicional canción china al ponchis-ponchis moderno. Al margen de su desarrollo desigual –hay entrevistas demasiado largas y estáticas– uno se pregunta cuál es el sentido de las secuencias ficticias. Obviamente se trata, por ejemplo, de la actriz Joan Chen, en una afectada interpretación de naturalidad, la que da su testimonio. ¿La intención será hacernos cuestionar la veracidad de cualquier declaración a cámara? ¿O se trata de un juego de referencias al cine mismo?

En cambio, ha habido cosas bastante más explícitas, como la necesidad de algunos cineastas de pedir sus papeles de jubilación. Woody Allen debe ser el caso más apremiante. Su reciente Vicky Cristina Barcelona ha sido programada fuera de concurso en Cannes porque el nombre todavía evoca entusiasmo por reflejo condicionado (no había un asiento libre en la función de prensa de anoche). Pero es otra más de sus comedias escleróticas, esta vez situada en la ciudad del título para describir las sosas peripecias amorosas de dos gringas –una seria (Rebecca Hall) y la otra desmadrosa (Scarlett Johansson)– seducidas por un pintor (Javier Bardem) que no consigue terminar su matrimonio con una demente (Penélope Cruz).

Al son de una guitarra incesante, Allen pasea su cámara por la Sagrada Familia y el Parque Güell como cualquier turista atolondrado, y acaba concluyendo que los gringos, aunque esnobs, son demasiado cuadrados para relacionarse con europeos locos y apasionados. Menos mal que el desfile de clichés no se sintió obligado a incluir una visita a una plaza de toros, pero es un mérito muy pequeño.

Dentro de la Semana de la Crítica, donde está concentrada la mayoría de los títulos mexicanos, se proyectó hoy Lake Tahoe, de Fernando Eimbcke, nombrada la revelación del año por el Fipresci (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica). Y en la noche, la tradicional fiesta mexicana, organizada por el Imcine en una de las playas de la Croisette. Es de prever el gentío de siempre, pues el tequila, los antojitos y los mariachis todavía llaman la atención por estos lares, sobre todo si son de gorra.



Fuente: La Jornada (18-05-2008)

sábado, mayo 17, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes La representación turca toma la delantera

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Ampliar la imagen La modelo Petra Nemcova; Bono, líder de la banda irlandesa U2, y Sean Penn, actor, director y presidente del jurado del Festival Internacional de Cine de Cannes, a su llegada a la proyección de la cinta Un Conte de Noel, del francés Arnaud Desplechin La modelo Petra Nemcova; Bono, líder de la banda irlandesa U2, y Sean Penn, actor, director y presidente del jurado del Festival Internacional de Cine de Cannes, a su llegada a la proyección de la cinta Un Conte de Noel, del francés Arnaud Desplechin Foto: Reuters

Cannes, 16 de mayo. El tercer día del festival ha brindado su primera gran película, Üç maymun, (Los tres monos), de Nuri Bilgué Zheylán, sin duda el más sobresaliente realizador del cine turco. Con su tercera participación en el concurso de Cannes –las anteriores, Distante (2003) y Climas (2006) aún no se han comprado para México, lo cual es una lástima– el cineasta describe la crisis de una familia de Estambul, provocada por la influencia corruptora de un político cobarde. Éste atropella en la carretera a un hombre y, como no quiere arriesgar su candidatura, le pide a su chofer que acepte la culpa y pase un tiempo en prisión a cambio de una fuerte remuneración económica.

La cosa se complica cuando el hijo haragán del chofer le pide a su madre (la conmovedora Hatice Aslan) que negocie un adelanto del dinero con el político para comprarse un auto. Ella, mujer guapa, acepta a cambio las proposiciones amorosas del hombre. Todo se sucede con la lógica despiadada de la bola de nieve que va haciéndose enorme e imparable conforme entran en juego los diferentes conflictos morales. (El título refiere a la fábula de los tres monos que, respectivamente, no quieren ver, escuchar o decir la verdad).

Lo impresionante en Bilgué Zheylán es la manera en que describe los conflictos de sus personajes con una economía narrativa ejemplar, apoyada en una perspicaz observación de las contradicciones inherentes al comportamiento humano. El plano fijo se ha vuelto un tic de moda entre los cineastas contemporáneos, sin embargo, muy contados son quienes lo utilizan con la riqueza expresiva de Bilgué Zheylán. La secuencia en que el chofer se rencuentra con su esposa, tras salir de prisión, y le recrimina sus sospechas, debe ser una de las descripciones cinematográficas más definitivas sobre la tensión conyugal.

También notable es el empleo de la banda sonora. El cineasta prescinde de la música –salvo una canción popular de despecho, que cobra un peso irónico– y se vale de puros sonidos ambientales para acompañar los cambios emocionales de los personajes. Üç maymun ha venido a reforzar el afortunado inicio de este festival.

Mientras tanto, en el terreno del cine espectáculo, muchos rumores se han desatado en torno a Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Según se sabe, a pesar de todas las medidas de seguridad, ya se han filtrado algunas críticas de la película en Internet y el tono no ha sido elogioso. Eso, claro, ha preocupado a Spielberg y compañía por lo que, en Cannes, no concederán entrevistas después de la proyección de la cinta. Sólo antes, cuando nadie haya podido verla, y evitar así la posibilidad de algunas preguntas agresivas.

Eso da a entender que Indiana Jones, como se temía, ha entrado al reino de la tercera edad. Ahora bien, aunque la película no convenza a la crítica, nada impedirá que recaude millones de dólares en la taquilla (como sucedió, hace dos años, con El código DaVinci). Entonces, se trata simplemente de un caso de egos demasiado sensibles.

Contra la costumbre de años recientes, cuando el festival de Cannes había transcurrido bajo un calor casi tropical, hoy se dejaron venir las nubes y, con ellas, la lluvia y temperaturas más frescas. Esas serán malas noticias para quienes vengan a disfrutar de las playas. Para uno, que se la pasa encerrado en el Palais, en las salas de proyección, da casi lo mismo.



Fuente: La Jornada (17-05-2008)

viernes, mayo 16, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes El día del crimen olvidado

Ampliar la imagen Angelina Jolie y Brad Pitt en el estreno de la cinta Kun Fu Panda, en Cannes Angelina Jolie y Brad Pitt en el estreno de la cinta Kun Fu Panda, en Cannes Foto: Reuters

Cannes. pesar de las reservas provocadas por el comentario de Thierry Frémaux, el director artístico de Cannes, en cuanto a que la selección de este año fue “larga y difícil”, el segundo día del festival resultó bastante sólido en su sección competitiva. Leonera, de Pablo Trapero, es la primera cinta realmente latinoamericana en proyectarse y marca una recuperación del director ar- gentino, quien en sus dos anteriores cintas, se mostraba algo norteado. La anécdota es sencilla: Julia, una mujer joven (Martina Gusman, esposa del cineasta), despierta en un inesperado cuadro sangriento, pues su amante ha muerto apuñalado y otro compañero yace herido. No recuerda nada del crimen, pero es encarcelada. Dado su embarazo es confinada a la sección maternal de la prisión femenina, donde nace y crece su hijo.

Trapero desarrolla ese drama carcelario con un rigor y un sentido compasivo que pareciera aprendido del realismo social de Ken Loach. La segunda parte de Leonera gana en interés cuando Julia lucha por recuperar a su niño, concedido a la distanciada abuela por ley. El realizador no resuelve si su personaje es culpable o no, porque sus preocupaciones dramáticas son otras,

Por su parte, la concursante israelí Waltz With Bashir (Un vals con Bashir), de Ari Folman, debe ser el primer ejemplar de un género que suena a disparate: el documental de animación. Así lo define su creador, por lo menos. En realidad se trata de una exploración personal del recuerdo impreciso de su participación militar en Líbano y, en concreto, de la masacre de Sabra y Chatila. A través de los testimonios de compañeros y un periodista, Folman recrea con dibujos animados varios episodios de esa guerra, combinados con las fantasías o sueños de los participantes.

El estilo de animación es estilizado como en las llamadas novelas gráficas. Los personajes son trazados con líneas sencillas, contrastadas sobre fondos realistas. El efecto es convincente para situar una distancia ante hechos terribles. Sin embargo, Folman no va al fondo del asunto. Si bien un grupo de refugiados palestinos es comparado a las víctimas del gueto de Varsovia, la película escamotea la responsabilidad de la masacre mencionada, culpando a los falangistas cristianos y apenas insinuando que el entonces ministro de Defensa, Ariel Sharon, se hizo de la vista gorda. Sin duda, Waltz With Bashir será objeto de polémica dentro y fuera del festival, que ya ha añadido la animación política –recuérdese Persépolis, del año pasado– a su programación, junto a trabajos mucho más convencionales. Hoy mismo fue la proyección especial de Kung Fu Panda, producción de DreamWorks, pero comprenderán que no me preocupé en verla por el momento.

La Quincena de los Realizadores tuvo una acertada inauguración con Cztery noce z Anna (Cuatro noches con Ana), inesperada realización del veterano Jerzy Skolimowski, inactivo en el cine desde 1991 y que, además, marca un retorno completo, pues es una producción de su natal Polonia, donde no había filmado desde 1966. A pesar del romanticismo sugerido por el título, es la melancólica historia de un hombre solitario que espía a su vecina regordeta y luego se las ingenia para acercarse a ella cuando la deja inconsciente. Con su humor remojado en patetismo, sus personajes tristes y el gris clima invernal que envuelve al relato, la película no podría ser más polaca: cualquiera diría que fue realizada durante el boom de esa cinematografía, cuando surgieron cineastas como Zanussi o Kieslowski.

Vamos a ver si el festival logra mantener ese buen nivel.



Fuente: La Jornada (16-05-2008)

jueves, mayo 15, 2008

Leonardo García Tsao sobre el festival de cine de Cannes

61 Festival Internacional de Cine de Cannes Inicia con una película corta de vista

Cannes, 14 de mayo. Añadida a última hora a la selección en concurso, Blindness (Ceguera), del brasileño Fernando Meirelles, ha sido asignada a la expuesta misión de abrir la 61 edición de Cannes. Tal vez eso de inaugurar un festival de cine, al que el mundo entero observa con ojos bien abiertos, con una película sobre ciegos sea, además, una ironía de los programadores.

La ambiciosa coproducción entre Canadá, Brasil y Japón, hablada sobre todo en inglés y con un reparto multinacional, enfrenta el problema de toda adaptación literaria. En este caso, la novela de José Saramago no se prestaba a lo que es, en esencia, una película de desastres con pretensiones. Blindness comienza de manera inquietante con el progresivo contagio de una ceguera repentina entre varios habitantes de una gran urbe anónima. Pronto, un gobierno totalitario encierra a los afligidos en un desolado hospital, y los abandona a su suerte. Claro, el variopinto grupo entrará en una lucha por lo esencial: comida y sexo como ejercicio de poder.

Sólo un personaje femenino, interpretado por Julianne Moore, conserva la vista, pero no aprovecha esa circunstancia para reinar en esa tierra de ciegos, hasta que finalmente se convierte en la guía para salir del encierro y recomenzar la vida con unos cuantos elegidos.

El panorama apocalíptico se presta para las metáforas sociopolíticas de cajón, apuntaladas por los comentarios editoriales de un personaje también típico, el negro sabio (Danny Glover), al servicio de citas textuales de la novela.

Filmada de manera eficiente, con los colores deslavados ya habituales (y saturaciones de blanco para ilustrarnos la perspectiva de los invidentes), Ceguera no consigue sostener la tensión de su planteo inicial, y se estanca en un ciclo repetitivo de acciones. Un final optimista, pulcro y bienpensante acaba por desvanecer cualquier sentido de urgencia.

Lo que a esta película le hace falta es el ataque de unos zombis caníbales.

De alguna forma, la participación de Meirelles habla de la relevancia del cine latinoamericano en el festival. Según se sabe, compite asimismo Linha de passe, de los también brasileños Walter Salles y Daniela Thomas, junto con las argentinas La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, y Leonera, de Pablo Trapero. Se puede decir que los argentinos ganan por ligero margen, pues hasta sus personajes míticos –el Che Guevara y Diego Maradona– son el tema de las respectivas Che, de Steven Soderbergh, y Maradona by Kusturiça, documental de Emir Kusturiça (cuyo título alterno podría ser Fantoche por fantoche). La primera está en concurso, la segunda no.

Un aniversario importante que se celebra en esta edición es el de los movimientos parisinos de 1968.

Hace 40 años, el festival se suspendió totalmente a causa de la protesta de varios cineastas, encabezados por los baluartes de la Nueva Ola francesa. A consecuencia de ese movimiento se creó entonces la Quincena de los Realizadores, para dar cabida a quienes no se veían protegidos por un gran presupuesto o prestigio para participar en la competencia. Bajo el mando de Pierre-Henri Deleau, la nueva sección se volvió una alternativa refrescante.

Y aunque hace tiempo que la Quincena no programa títulos mexicanos, aislándose del entusiasmo desarrollado por las otras secciones, cabe recordar que cuando aún la dirigía Deleau fue, a principios de los años 90, la pionera al seleccionar películas como Lolo, de Francisco Athié; Danzón, de María Novaro, y Ángel de fuego, de Dana Rotberg, mientras en concurso el único paisano convocado fue, por años, Arturo Ripstein. Eran tiempos en que el cine nacional aún no estaba de moda en la Riviera francesa.



Fuente: La jornada (15-05-2008)

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