miércoles, septiembre 06, 2006

Torop entrevista a Lotman (Sept. 1992) Parte I


Peeter Torop y Iuri Lotman


"PT:
En los últimos tiempos, a la 'Escuela de Tartu se la menciona, cada vez con más frecuencia, en los artículos de carácter rememorativo. Me viene a la mente el paralelo con el simbolismo ruso, que tuvo como preludio de su desaparición el interés que mostraron sus partidarios por la teoría y por la rememoración, por la autorreflexión. El actual interés de los semióticos por los recuerdos de la 'Escuela de Tartu' y por los tiempos pasados, ¿no es acaso testigo del final, o del último período, de la Escuela de Tartu?

Iuri Lotman. Pienso que en todo esto, por supuesto, hay un poco de nostalgia. Nostalgia provocada por la intersección de dos ejes. Un eje que concierne a las personas y otro a las ideas. El de las personas está relacionado con el hecho de que los fundadores o los militantes de las primeras consignas de la 'Escuela de Tartu' se marchan para siempre de esta vida o se alejan de la actividad científica debido a su edad.

Permítame un ejemplo de la vida militar. Imagínese que usted está defendiendo, que se encuentra en la posición de vanguardia en esa defensa. Ustedes no son muchos y tampoco les mandan refuerzos, porque los jefes están pensando en otro plan totalmente distinto. No llegan nuevas personas y dan cada vez menos medios para combatir. Pero usted sigue manteniendo el frente. Después, de repente, los jefes preparan el ataque (Estoy hablando en nombre del soldado o del sargento que está en la trinchera y que no está informado de lo que va a pasar después, qué planes va a haber) y de pronto usted se da cuenta de que en un solo día, desde la retaguardia, se van acercando reservas totalmente nuevas, se van aproximando nuevas personas y gran cantidad de armamento nuevo. Estas personas pasan a su lado y siguen hacia adelante. Empiezan el ataque y el frente, súbitamente, se encuentra ya delante de usted. Y usted, que tan sólo hace una hora estaba en la vanguardia y estuvo defendiendo esta vanguardia con gran dificultad, con grandes pérdidas, aparece ahora en la retaguardia. Ellos preparan con gran facilidad el nuevo frente. Están muy bien provistos y se marchan hacia adelante. Y usted se queda sin comprender qué es lo que tiene que hacer ahora. Parece como si los jefes se hubieran olvidado de usted temporalmente. Usted empieza a andar erguido por esos mismos lugares en los que hasta hace muy poco incluso no se podía asomar la cabeza fuera de las trincheras y empieza a verlo todo de otra forma. Estaba acostumbrado usted a verlo todo tumbado en el suelo, donde cada hormiga parecía enorme. Y ahora usted se ha puesto de pie y empieza a mirar.

Esto es lo que sucede cuando en la ciencia se produce un tirón fuerte hacia adelante, y una generación completa de militantes se convierte en rememoradora. Es decir, aquellos que se dedicaban a la ciencia, que hacían la ciencia, pasan a ser testigos de cómo hacían la ciencia. Ya no llevan el combate hacia adelante. Solamente cuentan a la gente curiosa cómo sucedió todo aquello. Y se encuentran en un estado totalmente desconocido para ellos, en un estado de soldado que lucha en la retaguardia. Esto es, en mi opinión, lo que ha sucedido con muchos de mis contemporáneos. Pero, por supuesto, muchos de ellos continúan llevando a cabo un trabajo activo y, en este sentido, no entran dentro de esta comparación. Pero otros, como yo, entran en el número de los que podríamos llamar muertos para la ciencia.

Así que, por un lado, le ruego que perdone esta presentación un tanto lírica, esta mirada lírica al pasado, aunque no sin cierta tristeza, y, por otro lado, ellos se dan cuenta de que precisamente se convierten en personas interesantes porque se acuerdan de cómo transcurrió todo aquello. De militantes pasan a convertirse en testigos. Y de esta forma yo también sufro este choque, porque todavía, por supuesto, me es muy difícil estar de acuerdo con el hecho de que se me haya tachado de la lista de militantes, aunque, para decirlo realmente, esto es así. Y para no engañarme a mí mismo tengo que mirar a la verdad directamente, al igual que pasa en la vida, que hay que soportar muchos obstáculos y esto no siempre es fácil.

Pero, por otra parte, al margen de todo lo relacionado con lo individual, algo análogo le sucede a la ciencia, si miramos a la ciencia como un ser vivo. Entonces también le llega ese período en el que tiene que detenerse un poco, mirar hacia atrás, valorar el pasado y comprender que para dar los pasos siguientes, es preciso liberarse de ese pasado. Es necesario que salgan de la retaguardia soldados jóvenes, que se acerquen nuevas secciones, con nuevas armas y, por muy triste que sea ver después sus espaldas, cuando se les ve marchar hacia adelante, hay que resignarse al hecho de que mucho de lo que ellos dicen ya es incomprensible para usted, que ya no domina ese nivel. Esto es muy triste pero, comprenda, vivir también es triste. Sin embargo, en esta tristeza hay un placer especial.

El frente se marcha hacia adelante, va exigiendo nueva técnica militar, va exigiendo también nuevos conocimientos, nuevas fuerzas y lo que es muy importante, una nueva flexibilidad intelectual y espiritual. Esto es lo que más va envejeciendo, es la esclerosis científica. Por eso, nuestra generación, mi generación, es como si tuviera dos aspectos. Por un lado, hay que conservar todo lo que con mucha facilidad se va olvidando y que, por cierto, tiene gran valor, ya que no solamente la tradición escrita es la única que tiene sentido. A menudo, la continuidad va iluminando esos aspectos que nosotros mismos, los contemporáneos, no habíamos percibido. Así que borrar totalmente nuestra memoria y decir que esto son libros del 'armario de la abuela', eso no merece la pena. Pero, por otro lado, hay que tener la valentía de tirarlos y de decir que algunos de esos libros, al menos ahora, no suponen ningún beneficio. Quizás llegue ese momento. El estudio de la historia otra vez nos convence de la sabiduría de Hegel cuando decía: «El movimiento hacia adelante es siempre un regreso a la esencia». Estamos volviendo continuamente hacia esa esencia, hacia el fundamento. Cuando tenemos la valentía de separarnos de ella, la valentía de decir que esas ideas están a nuestra espalda, ocurre que, de una forma extraña, esas ideas ya no están a nuestra espalda, sino que están delante de nosotros y tan lejos que nos es preciso alcanzarlas. Esta pienso yo que es la actitud del científico ante las tradiciones. Esta actitud personalmente es dolorosa e imprescindible. Yo incluso diría que, si estas ideas son profundas, determinar si están gastadas o no es bastante difícil. Siempre hay que decir desde qué punto de vista están gastadas, precisar el coeficiente de este punto desde el cual estamos enjuiciando esas ideas"

Fuente: Discurso. Revista internacional de semiótica y teoría literaria, núm. 8 (1993), 123-137. Traducción del ruso de Rafael Guzmán.
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